4 de junio de 2012

Drive (2011)

IMDB

En tiempos en que la acción, las películas de fin de mundo, y los superhéroes se producen -y reproducen- como pulgas de mar o predicciones sísmicas, viene a ser un masaje neuronal una película como Drive, que a pesar de ser parte de un género con elementos tan manoseados como los anteriores, la trata con consciencia; sin ganas de correr desnuda por el centro, sin arrebatos ni habladurías. 
En el cine sobran los altares a las señaleticas atropelladas, derrapes humeantes, y la adrenalina del centro de la ciudad como un gran campo de obstáculos movedizo (puntos extras por peatones esquivados). Así mismo con los autos. Esas bestias con armaduras coloridas y aliento a monóxido que crean el mix ideal junto a las mujeres voluptuosas. Uno a cada lado. Sin embargo, tal como dice Shannon, es el interior del auto el que lo convierte en la máquina que es, no el exterior; y esa, es la gracia última de Drive.  Porque una película de autos no te amarra a la velocidad y las explosiones, así como una de amor no siempre se desborda en besos, llantos y promesas. 

La historia se introduce con un trabajo del conductor de Ryan Gosling que, claramente, desemboca en una persecución, pero que es desde el principio -incluso antes- tratada con cautela; más como una misión de espionaje que otra cosa. En un solo momento están siendo realmente perseguidos por un auto policial, y el pauteo de la escena lo dan las respuestas de la radio policial, no la acción de unos destartalados brazos resbalándose por las calles de Los Angeles. Sucede también que la cámara está siempre adentro, o al menos, en el auto, por lo que nos convierte en el pasajero faltante; el silbido extenso como a bocanada de viento da la sensación de velocidad, y como co-pilotos no podemos evitar el rostro determinado y sereno del conductor. No hay nunca tomas de helicóptero que lo hagan parecer uno de esos programas de persecuciones policiales, como tampoco tomas del Chevy Impala galopante por la carretera, porque después de todo es el auto más común de Los Angeles. Nada para presumir. Incluso en esos segundos que son perseguidos, la toma del auto policial acechante es desde la perspectiva de los prófugos. No hay tomas amplias de las naves derrapando en las curvas para entrar a la calle directo a nosotros. De hecho, cuando corre esquivando los autos de la pista nunca nos levantamos por sobre el Chevy, al contrario, nos agachamos en la misma toma del principio; como un ninja silencioso.

Drive es una película concisa donde nada sobra. Comienza con cuidado, como quien tímidamente pide permiso para entrar a una casa ajena, pero una vez que le han ofrecido algo para tomar se suelta a romper con todo, cual gorila perdido en el metro. Después que conocemos la miseria de sus personajes se da luz verde y todo corre sin pausas, sin líneas, sin señales que retrasen. Es después del atraco frustrado que las cosas se descontrolan -la persecución resultante es lo más cercano a las persecuciones que conocemos-; sesos que explotan, puños machacados y el mar que todo lo limpia. Curiosamente hay una muerte para cada uno: mientras uno es banalmente baleado otro sucumbe ante la épica fuerza del mar. Algo parecido sucede con los villanos que, como la violencia, están fuertemente caracterizados. Esto lo digo refiriéndome a la caracterización externa -no hay mucha psicología en esta película- Después de todo, en contraposición a lo dicho en un principio, el otro punto fuerte de Drive que es imposible dejar de lado, es su fachada. Bernie (Albert Brooks) y por sobre todo Nino (Ron Perlman) parecen sacados de un cómic. No tendrán un poder ni un elemento que los identifique –como a Driver lo identifica la chaqueta de escorpión- pero tienen el desplante y la fuerza de esos primer planos que complementan perfectamente con la estética del film. Así, continuando, ocurre el mismo tratamiento con los espacios, que más que lugares o situaciones se convierten en fotogramas; el fuerte dorado del ascensor; el rojo, las mujeres y los espejos –que se repiten- de cuando va con el martillo donde Cook (James Biberi); la pizzería de Nino en la noche; las luces de la ciudad y también el trabajo que hay con la luz material –de entre otras cosas está el faro en la playa y Ryan Gosling enmarcado en la puerta de vidrio frente a la pizzería-. Oh y cómo no mencionar la música, que le da un leve toque futurista y seductor a estas situaciones de colores a ratos metálicos. Driver bien podría ser un astronauta que regresa de algún planeta de escorpiones alienígenas y mutantes adictos a la velocidad.

Creo hay que dar una atención especial a la actuación de Ryan Gosling. Si bien esta no es una película con intensos e informativos diálogos, ni tampoco con flashbacks esclarecedores de la mente de sus personajes; es el otro lado, el silencio y la inesperada violencia de Driver, lo que nos hace pensar y sacar de nuestro desconocimiento sus más profundos pensamientos. Mientras no hay frases que nos muestren su mutación más personal,  su rostro sí lo hace, y más interesante aún; su ropa. Su chaqueta y sus botas, como un traje de superhéroe, lo acompañan en cada escena, así las marcas de sangre de cada encuentro se mantienen allí intactas, recuerdo constante de cómo todo se ha ido a la mierda.

Puede que Drive no se convierta en uno de esos clásicos de todos los tiempos, difícil. Pero está claro que ha desatado una estética propia que rememora, como han dicho, muchos elementos de películas que no he visto –de ahí que no pasen más allá de esta frase- pero que son fáciles de intuir. No por nada ganó el premio de mejor director en Cannes, y un año después de su estreno su nombre se sigue repitiendo en el infinito internet.